México 1968
Por primera vez se plantea un programa integral de identidad olímpica.
El logotipo, gestado a partir de la colaboración de Eduardo Terrazas, Pedro Ramírez Vázquez y el diseñador gráfico estadounidense Lance Wyman, se compone de un logotipo tipográfico, basado en los patrones formales de los indios huicholes e influenciado por la estéticas del op-art y el arte cinético.
La palabra «Mexico» y el número 68 creados a partir de líneas negras más los cinco anillos olímpicos en color son los únicos elementos que marcaron la pauta de todo el sistema gráfico. El colorido se reservó para el resto de las aplicaciones, entre las que destacaron la serie de pictogramas específicos, creados teniendo en cuenta el trabajo de Katzumi Masaru para los Juegos de Tokio.
Munich 1972
El considerado por muchos como el mejor de todos los logos de los Juegos Olímpicos, fue creado por el prestigioso diseñador alemán Otl Aicher, fundador de la escuela de Ulm y pionero en el diseño de sistemas.
Aicher no se limitó a la creación del imagotipo; su labor se extendió desde la estructuración de la identidad y la gestación del programa de señalética al completo, hasta la cartelería e incluso la realización del diseño de la primera mascota para unas olimpíadas, el perro Waldi.
El imagotipo se ordena en base a un esquema rectangular, compuesto en la parte superior por un símbolo circular resuelto a partir de una espiral y el logotipo con en nombre de la ciudad y el año en la parte inferior. Se pretende con el remitir a los destellos de luz provocados en el momento de prender la llama olímpica en el pebetero, además de evocar otros conceptos intangibles como la frescura, el espíritu de los juegos, la generosidad etc…
Indudablemente, marcó un punto de inflexión en la historia del diseño de las identidades de las Olimpiadas, en adelante imitado.
Montreal 1976
se plantea un imagotipo predominantemente abstracto, en el que los anillos olímpicos se integran en el símbolo, dando lugar a una forma geométrica de color rojo que representa, de una vez, a los anillos, al podio de los vencedores y la M inicial del nombre de la ciudad. La disposición de los elementos es idéntica a la de su predecesor alemán, con el isotipo ordenado en la parte superior y el logotipo del nombre y el año en la zona inferior.
A destacar, la tarea de ampliación y revisión de los pictogramas de Otl Aicher que los diseñadores Georges Huel y Pierre-Yves Pelletier llevaron a cabo.
Moscú 1980
Por obra del diseñador Vladimir Arsentyev, Moscú presentó un imagotipo representativo del estático poder del comunismo, compuesto por unas sobrias líneas paralelas que, de forma piramidal, confluyen, rememorando la bandera del Kremlin, en una estrella roja de cinco puntas. Los anillos olímpicos, por supuesto, también en color rojo, se presentan bajo este isotipo.
El resultado, tal vez por la racionalidad aplicada en su ejecución, pueda resultar un tanto «frío»
Los Ángeles 1984
El dualismo imperante en el orden político mundial de la época, tuvo su reflejo en las propuestas gráficas de las ediciones del ’80 y del ’84. Si la de Moscú se veía como la representación de la invariabilidad que suponía el comunismo, esta de Los Ángeles supuso el ejercicio contrario, proyectando el dinamismo y la «libertad» que se le presuponen al capitalismo (plasmados mediante el uso de las estrellas de la bandera americana).
Las tres estrellas, expresadas con líneas horizontales azules, blancas y rojas, componen un isotipo, que, además de lo anteriormente comentado, aluden al movimiento, a la competitividad y la energía características del deporte. Esta intención se completa con la inclusión de la leyenda «Games of the XXIIIrd Olympiad Los Angeles» escrita en cursiva.
Es la primera vez que la inserción de los anillos olímpicos se realiza sin la intención de integrarlos en el diseño del imagotipo de la ciudad; colocando el emblema olímpico como un complemento obligatorio pero sin ningún tipo de vinculación gráfica. Este hecho, por desgracia en mi opinión, será cada vez más habitual a partir de ahora.
Seúl 1988
Tomando el patrón tradicional coreano del «samtaeguk», utilizado en la decoración de las casas, los ventiladores, puertas y en la artesanía popular en general, el imagotipo centra su explicación en torno a las fuerzas centrípetas y centrífugas representadas por las espiral tricolor del isotipo. Mientras que el movimiento centrípeto simboliza la armonía global a unirse las gentes del mundo en y con Corea, el movimiento centrífugo evoca la marcha hacia adelante en busca de la felicidad y la prosperidad del hombre.
Sin entrar a valorar la interpretación de los símbolos tradicionales de la cultura coreana, el aspecto definitivo del isotipo no me agrada. Me resulta una forma excesivamente tosca, y junto al emblema de los anillos (que, al igual que en ejemplo del ’84, se manifiesta imposible de relacionar)
Barcelona 1992
El emblema oficial, diseñado por Josep Maria Trías se presenta como el primero en centrarse en la figura del atleta en vez de, como hasta la fecha, aludir a los significantes del país anfitrión. Con la intención de que se identificase como un símbolo mediterráneo, a la vez que se asociara con la tradición artística de la ciudad condal (Miró, Dalí, Gaudí, Tápies…), se establece la «necesidad» de un símbolo realizado «a mano alzada».
En tres trazos se plasma la acción del atleta a la hora realizar el salto (en este caso, sobre los anillos olímpicos que aparecen bajo el isotipo). El cuadrado azul al que el autor redujo la representación de la cabeza se identifica con el Mediterráneo, el trazo curvo amarillo que suponen los brazos, con la hospitalidad y la línea roja dibujan las piernas a la vez que simbolizan el dinamismo.
Sin duda, este imagotipo, junto con el resto de las aplicaciones creadas, se puede considerar como uno de los mejores trabajos de las historia de las Olimpíadas, y que, a pesar de las reticencias iniciales, estuvo perfectamente acompañado por la mascota «Cobi», diseñada por J. Mariscal.
Atlanta 1996
El imagotipo ideado para la ocasión representa el pebetero de la llama olímpica sobre una columna de aspecto clásico, construido mediante un acertado uso del emblema de los anillos y el número cien relativo al centenario. Las estrellas multicolor dibujan la llama. Bajo el isotipo, se colocan, centrados, el nombre de la ciudad más el año. El conjunto se encuadra dentro de un rectángulo de color verde con marco dorado.
Curiosamente, de las tres ocasiones en que una ciudad estadounidense ha presentado sus propuestas, observamos que en todas emplean en su emblema la figura de la estrella; aunque es en la presente, sin duda, la vez en la que la inclusión se realiza de manera más sensible y menos ostentosa.
Sidney 2000
Para la ocasión, la ciudad australiana presentó el emblema conocido como «El Atleta del Milenio»; una invocación del paisaje australiano y de sus signos más conocidos. Las siluetas de tres boomerangs y un trazo azul que dibuja la estela de la llama olímpica, (simbolizando las famosas formas de la Ópera de Sydney), conforman la figura del corredor ordenada sobre el logotipo que escribe el nombre y el año. Debajo, centrado, encontramos el emblema de los anillos.
A pesar de que los organizadores defendiesen las formas de ese imagotipo «como típicamente australianas», la excesiva similitud, tanto formal como cromática, con la anterior (y en mi opinión superior) propuesta de Barcelona ’92, le restan mérito y singularidad.
Fuente: www.brandemia.org